LUCIAN FREUD, Gran Interior W 11 (Según Watteau), 1981 - 1983. Óleo sobre lienzo (186 x 198 cm) Colección privada. |
LUCIAN FREUD (1981 -1983)
Gran Interior W 11 (Según Watteau)
Historia del arte / Edad Contemporánea / Siglo XX
Archivo fotográfico · Lac Dye / Los Valientes Duermen Solos
Fuente · Sebastian Smee, Freud. Colonia: Ute Wachendorf (2011)
Fuente · Sebastian Smee, Freud. Colonia: Ute Wachendorf (2011)
"Este cuadro está basado en una obra temprana de Antoine Watteau titulada Pierrot alegre (1712) que represent una escena de seducción y celos de la comedia del arte. Los modelos de Freud adoptan toscamente las poses de los personajes de la obra de Watteau; incluso llevan ropa de un baúl de disfraces. Pero se sientan muy apretados unos contra otros con un gesto mudo y poco convincente.
De 1981 a 1983, Freud trabajó en un cuadro titulado Gran interior Wll (según Watteau). El cuadro de Watteau en el que se inspira -una obra temprana titulada Pierrot alegre- es pequeño. Muestra un Pierrot absorto y contento de sí mismo, sentado entre dos mujeres. Una de ellas le canta una serenata mientras la otra se muestra enfurruñada y celosa. Otras dos personas completan la escena, basada en la comedia del arte. La obra de Freud expande y monumentaliza la escena original a la vez que la deja vacía de su dramatismo convencional. En el cuadro de Watteau, los ademanes de cada personaje son enseguida legibles. Los personajes de Freud o no gesticulan o lo hacen de una forma nada convincente, de modo que nos volvemos conscientes de su torpeza -y su probable incomodidad- por adoptar una pose. Frente a la elegante dispersión de los personajes de Watteau, Freud sienta a los suyos muy apretados en una cama de hierro reglamentaria. El decorado no es un bosque romántico e idílico, como en la obra de Watteau, sino una habitación diáfana bien iluminada. Las únicas referencias a la Naturaleza son los luminosos estampados floridos en dos de los vestidos de las muchachas; ofrecen un contrapunto a la planta indisciplinada y medio marchita en la maceta detrás de ellas.
La ejecución general es pesada y contrasta con la ligereza inimitable de Watteau. «Es como si Freud hubiera elegido recuperar un cuadro de la máxima teatralidad con el fin de hacer valer su propia desconfianza por el teatro», escribió Robert Hughes. Pero por supuesto la obra rezuma teatro. «Por primera vez en mi vida, los personajes son secundarios respecto al plano del cuadro», dijo Freud a Hughes. «Les puse a mirar el cuadro de Watteau y les dije que pensaba trabajar sobre él y quería una composición similar. No quería trajes de época sino ropas variadas y que se disfrazaran un poco». En otras palabras, para Freud el cuadro de Watteau representa un andamiaje, destinado a derrumbarse en la imaginación del espectador gracias a su tratamiento que deliberadamente no crea ilusiones.
Paradójicamente, el resultado muestra a los modelos liberados de toda ficción construida -no solo de la teatralidad de Watteau sino también del realismo de Freud- y agraciados con una nueva profundidad de la libertad humana. Se vuelven «vivos de un modo irreal» y, aunque resulte extraño, más creíbles en una perspectiva humana. Según Watteau, admitió el propio Freud, resultó «ligeramente disfrazado». Pero «no intenté olvidar quiénes eran y al final simplemente están allí».
Podemos ver precedentes a su tratamiento de la obra de Watteau en obras como Marte de Velázquez en el Museo del Prado. En lugar de alguna encarnación heroica y musculosa de la belicosidad, Velázquez pintó al dios de la guerra como a un anciano decrépito con taparrabos, los ojos sumidos en la sombra de su absurdo yelmo y agotado después del coito, presentado de forma cómica. El retrato de Corot Hombre con armadura, en el Musée d'Orsay, es otro ejemplo. El hombre aparece sentado, aburrido y vencido, en lo que claramente es un estudio: es sin duda el guerrero menos intimidante de la Historia del Arte. También podríamos destacar el retrato de Victorine Meurant de torero por Manet o los cuadros de Matisse de modernas chicas francesas después de haber arrasado su baúl de disfraces para de odaliscas margebíes. Para todos estos artistas, como para Freud el realismo significaba a menudo más una aceleración e intensificación de la conciencia de sí mismo y del artificio que una relajación -de ahí a la paradoja de su arte-. "
De 1981 a 1983, Freud trabajó en un cuadro titulado Gran interior Wll (según Watteau). El cuadro de Watteau en el que se inspira -una obra temprana titulada Pierrot alegre- es pequeño. Muestra un Pierrot absorto y contento de sí mismo, sentado entre dos mujeres. Una de ellas le canta una serenata mientras la otra se muestra enfurruñada y celosa. Otras dos personas completan la escena, basada en la comedia del arte. La obra de Freud expande y monumentaliza la escena original a la vez que la deja vacía de su dramatismo convencional. En el cuadro de Watteau, los ademanes de cada personaje son enseguida legibles. Los personajes de Freud o no gesticulan o lo hacen de una forma nada convincente, de modo que nos volvemos conscientes de su torpeza -y su probable incomodidad- por adoptar una pose. Frente a la elegante dispersión de los personajes de Watteau, Freud sienta a los suyos muy apretados en una cama de hierro reglamentaria. El decorado no es un bosque romántico e idílico, como en la obra de Watteau, sino una habitación diáfana bien iluminada. Las únicas referencias a la Naturaleza son los luminosos estampados floridos en dos de los vestidos de las muchachas; ofrecen un contrapunto a la planta indisciplinada y medio marchita en la maceta detrás de ellas.
La ejecución general es pesada y contrasta con la ligereza inimitable de Watteau. «Es como si Freud hubiera elegido recuperar un cuadro de la máxima teatralidad con el fin de hacer valer su propia desconfianza por el teatro», escribió Robert Hughes. Pero por supuesto la obra rezuma teatro. «Por primera vez en mi vida, los personajes son secundarios respecto al plano del cuadro», dijo Freud a Hughes. «Les puse a mirar el cuadro de Watteau y les dije que pensaba trabajar sobre él y quería una composición similar. No quería trajes de época sino ropas variadas y que se disfrazaran un poco». En otras palabras, para Freud el cuadro de Watteau representa un andamiaje, destinado a derrumbarse en la imaginación del espectador gracias a su tratamiento que deliberadamente no crea ilusiones.
Paradójicamente, el resultado muestra a los modelos liberados de toda ficción construida -no solo de la teatralidad de Watteau sino también del realismo de Freud- y agraciados con una nueva profundidad de la libertad humana. Se vuelven «vivos de un modo irreal» y, aunque resulte extraño, más creíbles en una perspectiva humana. Según Watteau, admitió el propio Freud, resultó «ligeramente disfrazado». Pero «no intenté olvidar quiénes eran y al final simplemente están allí».
Podemos ver precedentes a su tratamiento de la obra de Watteau en obras como Marte de Velázquez en el Museo del Prado. En lugar de alguna encarnación heroica y musculosa de la belicosidad, Velázquez pintó al dios de la guerra como a un anciano decrépito con taparrabos, los ojos sumidos en la sombra de su absurdo yelmo y agotado después del coito, presentado de forma cómica. El retrato de Corot Hombre con armadura, en el Musée d'Orsay, es otro ejemplo. El hombre aparece sentado, aburrido y vencido, en lo que claramente es un estudio: es sin duda el guerrero menos intimidante de la Historia del Arte. También podríamos destacar el retrato de Victorine Meurant de torero por Manet o los cuadros de Matisse de modernas chicas francesas después de haber arrasado su baúl de disfraces para de odaliscas margebíes. Para todos estos artistas, como para Freud el realismo significaba a menudo más una aceleración e intensificación de la conciencia de sí mismo y del artificio que una relajación -de ahí a la paradoja de su arte-. "
JEAN ANTOINE WATTEAU, Pierrot alegre (hacia 1712). Óleo sobre lienzo (35 x 31 cm) Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza. |