MANUEL OCAMPO


scanner y colección Thabeat Valera

Burlarse de Dios es una cosa. Hacer bromas a costa del arte moderno, el triumfo de la cultura europea, es pasarse de la raya, y sugerir que la línea que va de la Grecia antigua al modernismo pasa por el nacional socialismo es un sacrilegio, y esto es lo que Manuel Ocampo quiere decir.



Buscar un sentido a la obra de Ocampo, cuando una apreciación estética de su pintura corre el riesgo de ser ridícula, cuando todos los intentos de narrativas acaban en frustración y cuando los títulos y las imágenes no acostumbran a armonizar, significa tomarse en serio la falta de sentido de sus pinturas.



Buscar a menudo los orígenes de las cosas es a menudo inútil. También puede ser el punto en el que Ocampo se da cuenta de que la condición de la pintura como un objeto especial es posible únicamente a través de la represión de muchas cosas. Y es que Ocampo apareció, a principios de los 90, como el máximo exponente del arte filipino contemporáneo, en el escenario internacional. El monstruo es el otro. Y aquellos que no son facilmente reconocibles, que no tienen aquel rasgo dominante de blancura. Nosotros somos monstruos: ignorados, indefinibles, con la fuerza para inundar de terror el corazón de los culpables. Bastards of Misrepresentation.



Desde hace tiempo, Casa Asia tenía la intención de hacer esta exposición de Manuel Ocampo, por tratarse de uno de los pintores filipinos más internacionales y que más visibilidad ha tenido en España durante los últimos diez años, concretamen en Barcelona desde la exposición que se hizo de su trabajo en Tecla Sala, donde también planteó una significativa intervención pictórica, como algunos recordarán.



Manuel Ocampo es un pintor que hace pasar un mal momento a la pintura. Es difícil saber si esto se debe al cuestionamiento jocoso de la pintura contemporánea o si es la misma pintura la que no es capaz de contestar ninguna de las preguntas de Ocampo. Las crueles imágenes que Ocampo vierte en su pintura están a menudo borrado por manchas de pintura. Tampoco puede explicarse la impresión de que son pinturas turbulentas por el hecho de que el barniz expresivo de las pinturas de Ocampo se desvanezca, sin avisar, cuando sus imágenes y bromas sarcásticas dan en el blanco.