MARIANO FORTUNY MARSAL



scanner y colección Los Valientes Duermen Solos
MARIANO FORTUNY MARSAL (Reus, 1838- Roma, 1874)
VISIONES DEL AL-MAGHRIB

"Eduardo Rosales y Mariano Fortuny, ambos, de grandes condiciones pictóricas, desaparecen en plena juventud, cuando se debatían con el deseo de llevar a cabo una obra original y de abrir un nuevo camino dentro del arte español. Sin embargo, su suerte fue muy distinta, ya que mientras el primero conoce la miseria, el segundo el éxito le favorece a lo largo de su carrera, alcanzando un prestigio internacional. Nace Mariano Fortuny (Reus, 1838- Roma, ) en el seno de una familia humilde. Sus padres, Mariano Fortuny, carpintero de oficio, y Teresa Marsal, mueren prematuramente, haciéndose cargo del pequeño su ya octogenario abuelo. El oficio de éste, escultor popular de figuras de cera y barro, contribuye a que el interés del niño por lo artístico despierte muy pronto; desde muy pequeño Mariano colorea las toscas imágenes y figurillas que su abuelo vende para salir adelante. Día a día aumenta el precoz talento, mostrando una increíble facilidad con el lápiz, y su abuelo decide hacerle entrar en el taller de Domingo Soberano, en Reus, quien le enseña a manejar los pinceles. En 1852 ingresa en la escuela de Bellas Artes de la Lonja, donde es discípulo de los nazarenos Lorenzale y Pablo Milá. Mariano Fortuny, inicia un largo recorrido de dudas. Las teorías y las doctrinas estéticas no terminan de convencerle. En su interior rechaza la pintura académica y trata de descubrir su propio medio de expresión con un seguro intento. Por eso sueña con un mundo nuevo lleno de posibilidades artísticas: Roma. Llega a Roma, ciudad que no le impresiona tanto como pensaba: "Roma me ha producido el efecto de un vasto cementerio visitado por extranjeros". Sin embargo, es en Roma donde descubre y admira las grandes obras que encierra, sobretodo, el Papa Doria de de Velázquez, los lienzos de Ribiera y Bassano y los frescos de Rafael. No cumplidos los veinte años Fortuny trabaja, copia y escribe, y las cartas y testimonios sobre sus opiniones y juicios demuestran sus grandes condiciones también como intelectual. Es el momento en que Fortuny, se afirma como líder indiscutible, caminando en pos de la clórica artística, según Davillier.  Desde 1859 empieza a ser ya conocido el nombre de Fortuny. El pintor sigue buscando una pintura muy distinta de la que contempla a su alrededor. Se aprecia ya en sus obras un colorido nervioso, de mancha fresca, capaz de traducir vibraciones singulares. Sin embargo, no concede importancia nia a sus excelentes dibujos a pluma, ni a sus acuarelas, que suele vender por 100 francos o regalar a sus amigos.  Al estallar la guerra de Africa la Diputación llama a su pensionado, y le manda allí para que tome apuntes para un gran cuadro, La batalla de Tetuán. Como a Delacroix, el próximo Oriente le conquista por sus exotismo, la fuerza de la luz y la intensidad cromática. El esplendor exótico del mundo musulmán aparecen desde ahora una y otra vez en su obra. Se siente tan conquistado por las costumbres marroquíes que llega a vestirse a la usanza mora. A su regreso de Africa pasa por Madrid y descubre el Museo del Prado, donde copia Las Meninas de Velázquez y un fragmento de la Familia de Carlos IV de Goya. En 1860 realiza un rápido viaje a París y vuelve a Roma, donde la sugestión marroquí le induce a pintar un bello desnudo de mujer, La Odalisca.  De nuevo vuelve a Africa en 1862 donde pinta una gran cantidad de obra. Una vez conseguida una gran técnica, regresa a Roma, convirtiéndose en un auténtico maestro de los pensionados españoles. Desdeñoso de la vida, su carácter sigue siendo tímido y retraído, ya que le empuja a la fama que Fortuny no buscó nunca. La captación de la luz es ya su única preocupación. En sus últimos trabajos se descubren sus esfuerzos por interpretar la impresión del ambiente, las proyecciones azuladas, y la vibración de la luz en los objetos, de tal modo que de haber seguido en esta línea, hubiera desembocado en el impresionismo. En 1874, Mariano Fortuny pintó su obra maestra Los hijos del pintor en el salón japonés y poco después falleció. La muerte de Fortuny con 36 años, conmocionó al mundo artístico de la época. Pese a la fecha relativamente reciente de su muerte y a que era el pintor vivo más cotizado de su época, hasta hace muy poco se desconocía el paradero de su contenido de su testamentaría - hicieron el inventario los pintores de su círculo Josep Tapiró y Joaquín María Ferrer.  Lo más sorprendente fue que Cecilia, la viuda, sin esperar a la mayoría de edad de sus hijos, y contra los deseos verbales de Fortuny de ceder sus colecciones a un museo, decidió liquidar inmediatamente todos los bienes del artista. Mal asesorada, debió pensar que ése era el mejor momento para sacar el mayor beneficio y, mostrando escasa confianza en una futura revalorización de su producción, sacó a la venta la practica totalidad de los bienes del difunto en dos subastas, en Roma y París. La venta fue un verdadero fracaso, desperdiciándose la ocasión de conservar unida la obra del pintor. "