CLUTCHY HOPKINS


scanner y colección Thabeat

ilustración y texto por Thabeat
ilustración a rotring para Enlace Funk, 22 x 40 cm
publicado en Enlace Funk Magazine nº 31

(título del documento)

LOS RELATOS, SERES Y ESPACIOS

CLUTCHY HOPKINS

El fantasma de la identidad



EL ÚLTIMO GRITO
No es país para viejos

Los ídolos de la ciudad ruedan por tierra, haciéndose pedazos. Los ídolos caen y no tardarán en ser sustituidos. Unos dioses suceden a otros, incluso con una cierta fisonomía humana, como si no hubiera llegado a su fin este mundo presionado de enunciados. Iconos tempranos y modernos que desafían a la modernidad y al modernismo. Si la primera evidencia un acto de reciclaje postmoderno, la segunda es la personalidad del artículo de consumo que acompaña al objeto. Los dioses absurdos del consumo y la comodidad. La censura de despacho a los instintos. La máquina depredadora que ignora el espíritu. Brotan los chorros de sangre con el rol de un exorcismo moral carente de significado. La fe mitiga la desesperación. La ansiedad, como un plato equivocado, opuesta para localizar las riquezas de un medio natural. Una de las pruebas más flagrantes del arrinconamiento cultural en que sea han visto sumisos los últimos nómadas de todo esto.



CLUTCHY HOPKINS
Todo ritual artístico

Clutchy Hopkins no es un heroe-antihéroe como los que ahora están de moda. De una u otra manera, utiliza sucesivos choques estéticos para defender su deliciosa ideología. Resulta asombroso pensar en la idea de que un cuerpo humano pueda seguir prestando servicios más allá de las fronteras de la vida. El argumento y el descaro del hombre que hay detrás de la música y del secreto de la identidad, esto mismo es siempre un desafío. Matizado por su poético aliento de leyenda; lo que cuenta efectivamente, y lo que le otorga un significado humano concreto. A través de tal choque entre la fábula y la historia. A estas alturas, cuatro años después del comienzo de su primera aparición, y tras conseguir una considerable aceptación, más quizá que en otros, destaca aquí, una vez más, la transparencia de los diversos niveles de escucha. El nivel inmediato, a la sugestión de los escenarios exóticos, los ritmos crudos y espirituales, las suaves texturas de guitarra y su forma innovadora en la flauta tradicional, en una época ya lejana. Los ancianos conceptos, donde una bendición celestial tutelada por los monjes Zen parece justificar las hazañas. En este estrato desaparecen las convenciones simplistas que han correspondido a los habituales falseamientos derramados por la óptica de los sistemas corporativos de la industria.

El indígena, por su parte, necesita rehacer su hasta entonces idílico universo personal, el sentido de la vida. Pero sólo es el principio de una delirante autointrospección poética donde los leit motivs principales residen en los viajes del misticismo oriental, la magia de la vida y la transferencia de las propias convicciones subversivas. Cuyo ritmo plácido se mece al compás de una profunda paz del espíritu, cantan pausadamente las virtudes de una ética nutrida por el más devoto lirismo de acústico, el lirismo de la libertad. Representa la libertad absoluta que constituye la meta inaccesible del nómada de la aventura. No tiene patria y es un hombre libre. Y eso mismo es el boceto desdibujado de una fuerza y una autenticidad poco comunes en nuestros días presentes. Reflexiona sobre la iconografía del mito, reducido a una figura con otro contexto social y artístico más local. Un argumento que procede del nivel más bajo y doloroso de la sociedad de su tiempo, el anonimato. La silla está vacía. A su lado cuatro obras de incalculable valor. También es admirable su firme voluntad de seguir adelante en este tipo de grabaciones de campo, tan lleno de obstáculos como falto de verdaderas compensaciones materiales. Es admirable la continuidad de nuevas entregas de este chamán, a lo Moondog, de intensivos arreglos por su cuenta, de imaginativos patrones y de guiones que le han ofrecido encerrarse a orillas de su lejano oriente, el desierto Mojave, con mucho sol, para seguir dibujando lo que le salga. Quien es Clutchy Hopkins es lo de menos. Los críticos, los detractores entre el público y los puristas de todo esto y todo aquello pueden reprocharle lo que quieran. La idea de llevar el anonimato a la música, siempre parece de todo punto positiva. Quien sabe si, dentro de poco tiempo, nos llegará la sorprendente noticia de que un maravilloso loco anda recorriendo escenarios de costa a costa, de punta a punta.



CLUTCHY HOPKINS
Piezas de Crate Digler creadas para encajar en Ubiquity

Siempre es interesante asistir al nacimiento de una historia. En el caso del multi-instrumentista Clutchy Hopkins, más que interesante, es apasionante. Nadie nos había hablado de él, nadie nos lo había recomendado. “The Life of Clutchy Hopkins”, Crate Digler Publishing, es su primer álbum debut del 2005. Una inusual auto-edición de bajo presupuesto y de buen planchado para ser empaquetado en este fabuloso combinado informal de fotocollage descolorido y básico, emulando las carátulas de los discos de agujero de bala, enterrados en pilas de sótano húmedo. Creado por un tal desconocido Ashkahn: responsable de idear la portada, la contra y la galleta de la cara A. Una maquetación limpia, sin textos, con los únicos créditos impresos en la cara B, que indican vagamente el minutaje correspondiente a las doce sucesivas pistas de obligada escucha. Esos son los únicos títulos que encontramos reseñados, y con la propia web de los Misled Children y el año fechado, centrado en el lado zurdo de la esfera. Así de pernicioso, casero y simple. Convenció sin necesidad de palabras, sólo con los instrumentos creados por él que traía bajo el brazo. No le preguntamos nada, no le pedimos su curriculum, únicamente nos dejamos atrapar por su música de tempo menos abusivo. Vino, escuchamos y convenció. Entendimos las cosas a través de la acción. Así fue el primer contacto. No tardamos en enterarnos de que este, para nosotros desconocido, también lo era por ahí. El perfecto desconocido para el gran público que, solo lo admiraban unos cuantos estudiosos abonados a revistas extranjeras.



Clutchy Hopkins no había estado de moda. Desde Crate Digler, cuando todo estaba lejos de las manos del dinero, apareció el inventor del nuevo beatbox con voluntad de autor, lanzó el EP no oficial con el efecto devastador. “MF Doom Meets Clutchy Hopkins”, 2006. La precisión básica de seis acappellas pertencientes al subversivo MF Doom. La sedición del hip-hop, casada amenamente con sus seis instrumentales sustraídas de “The Life of Clutchy”.



Clutchy sigue vivo, produciendo y coleando, y tratando de subir la rampa oscura. Su genuina figura de culto firma la práctica de su manoseo, carisma, armonía y disfrute, de hacer nuevos discos polvorosos, exclusivos y de colección en las filas de Ubiquity Recordings. “Walking Backwards”, Ubiquity, febrero del 2008. Una luz ambiental cálida. El clásico buscado por todos los seguidores conforma la reencarnación del ayer. El fervor que se creó alrededor de Clutchy, por su estilo tan salvaje como distinguido, ha llevado a que, Ubiquity, haya aceptado las pautas y el riesgo de sus andanzas y secuelas tribales, y le haya cedido una cierta libertad en sus excesos por continuar la tradición pionera. Y eso mismo se hace presente en la tipografía de la galleta, “Walking Sdrawkcab”, álbum que trata de recrear los tenebrosos acordes, tan similares como el anterior. Aparece una colaboración en la segunda pista con Shawn Lee. Repite el número de pistas, doce. Esta vez añade nombres a los temas. Contiene una colaboración vocal única, la pista número tres de la cara A, “Love Of a Woman”, la túnica de Darondo. Una combinación de factores musicales y sociales. La auténtica voz del alma rota por el soulful, el funk copulador, el bop y la brisa de Frisco (San Francisco). La número dos de la misma, “Song For Wolfire”. Y a la vuelta del planchado, la tercera pista de la cara B, “Rocktober”. Con estas tres chispas, ya estamos inmunizados para la escucha de cabo a rabo. El sabor de los graves contundentes sigue dando muestras de imperio. Ashkahn retoma el control creativo y juguetón. La cubierta indica el retrato al óleo de Clutchy. Una pintura agrietada por el paso del tiempo.



Mitad del Líbano, mitad de indios Americanos, mitad Irlandés, el multi-instrumentista Shawn Lee fue descubierto por el viajero Clutchy. El hombre en el mundo del espectáculo así nos lo intenta hacer creer. Y para dar vigor y creencia nada mejor que liberar los pasos del álbum “Clutch Of The Tiger”, Ubiquity, 2008. Es un LP totalmente inclasificable. Clutchy y Mr. Lee han absorbido, además de bastante jazz, todo tipo de posibilidades. Trabajan codo a codo, estimulados por una alimentación verdaderamente funky, de constantes bajos, órganos y beats fuertes, de dimensiones tortuosas, entre bandas sonoras de género Beat Street, Blaxplotation y cine negro. Doce temas son los que componen la disparatada horda. “Full Moon” y “Bad Influence”, los que verdaderamente acojonan. Jim Mahood adorna la cubierta en un contexto y a un nivel de curiosidad bastante caprichoso. El pábulo correspondiente a un criterio de culto algo falto y desgastado en el mundillo del cómic. Pese a ello, como suele decirse en la hiperexpresividad de los dibujantes: ni tan bueno, ni tan malo.

Una chaqueta de chándal cosechada en el Caribe. Está en las prácticas, en las técnicas y en las formas. Parece que la influencia del reggae resulta enorme. Clutchy, Misled Children y las formas de la pequeña maquinaria dub están presentes en gran parte de este último, sugerente y fascinante álbum de recién cosecha. Titulado “Music Is My Medicine”, Ubiquity, 2009, los cabecillas del empuje emplean efectos sonoros extravagantes y poderosos. Pisada a pisada, mamporro a mamporro. Arrasa el downbeat cabezón sin límites, conceptos comunes para todos los estilos derivados de la música africana. Once pistas, de las cuales, y sin escuchar con los ojos, “Cold and Wet”, “Tune Traveler” y “Gourds of the Desert” se llevan nuestro fascine absoluto. Sobresalientes.



PORTER RECORDS
El modernismo de los veteranos

Parece que el arte de viajar en el jazz y en el tiempo se esté debatiendo entre la captura del aficionado al hip-hop y la electrónica. Porter Records es uno de los sellos subterráneos y distintivos más frenéticos y reputados, con un estilo único e independiente, como uno de los jugadores titulares en esa visión de improvisada escena, que levantan la bandera del jazz inclasificable como la música más rebelde. En primer lugar porque los músicos que firman en este domicilio no son moco de pavo. En ellos se alía una técnica llevada al extremo de la sofistificación cósmica, a una estética inspirada en el más genuino y majestuoso divulgar para una forma inesperada de entender el jazz, no tan conocida como debería, intención que siempre merece un aplauso. Después, porque todo lo que se hace ver a la juventud que los discos que recomiendan los viejos no tienen por qué ser aburridos, también es signo de alabanza. Y no se trata de una recuperación utópica. Más bien, la recuperación de los veteranos salidos del bop, de la estructura de improvisación jazzística y las publicaciones marginales, cómo los grandes de la new dadá, de la jerga beat, de los jazzmen, de los hipsters y los beatniks de los años cincuenta, sesenta y setenta, que más que cool han sido hot, que no han podido ser superados por las nuevas generaciones, precisamente por la vitalidad que desprende y que motiva, y a su vez, motiva la creación de jóvenes adictos para experimentar una vertiginosa evolución. Escribiremos poemas, tendremos una imprenta y publicaremos nuestros propios poemas inmortales.




El papel más honroso a representar por los veteranos que propagan el antiguo lenguaje, consiste quizá en ser el cordón umbilical y su resurrección futura al nivel estético del ayer. En su extenso vivero de nombres encontramos a Dawid Szczesny, jazz europeo, improvisado y creativo que incendia tratamientos complejos de instrumentos acústicos en directo. Sunny Murray, Joe Chambers y Joe Salas, grabaciones sublimes con-secuencias de golpes de batería legendarios. Phil Morrison, otra mano culpable de Stark Reality en clave afrojazz para canciones tradicionales africanas. Byard Lancaster, FAB Trio, Khan Jamal y Arnold Cheatham, jazz de entonces, muy evocado a las pinceladas de Miles de principios de los setenta. David Hurley y The Jewelled Antler Library, un repaso de los años délicos con un arsenal de instrumentos que dan cancha al jazz libre. Valerio Cosi, resonancias al jazz espiritual, de fusión y libre, y con guiños que gravitan de la arquitectura electrónica. Interplay, Zenlo y Heikki Sarmanto, jazz, poesía y alta dosis para discutir sobre las teorías del espíritu saturniano. Y por último, Earpeace, Odean Pope y Misled Children, una provisión inagotable de bendecir el jazz y el hip-hop sin triturarlo.



MISLED CHILDREN
El nexo espiritual

Posiblemente la banda instrumental del misterioso Clutchy Hopkins siempre anda buscando nuevos horizontes en su música. En ella se precisa una voluntad de entusiasmo por retornar instrumentos en vivo ajustados y ejecutados en actitud hip-hop, aunque el resultado es mucho más que eso. Su web aparece reseñada en la galleta del primer planchado de Clutchy, aunque su verdadero álbum de vinilo rojo “Meet Odean Pope”, Porter Records en 2008, es el verdadero equilibrio orgánico entre los dos estilos mencionados. En espera de lanzar su segundo álbum “Peoples Market”, Porter Records, a mediados de agosto del 2009, y con estrecho intercambio de mochilas entre la banda y el propio barbudo con camisa de rayas.



SHAWN LEE

Fructífera ubiquidad

No se sabe con certeza. Ciertos rumores peliagudos indican que detrás de Shawn Lee se esconde Clutchy Hopkins, y que detrás de este, Money Mark. Existen sorprendentes casualidades a su favor que por motivos de espacio, no entraremos en cuestiones comparativas. ¿Amigo de sus amigos? Hemos superado esa etapa. Y estamos muy interesados en evitar toda clase de confusión. Tenemos un nuevo personaje en el anonimato, un nuevo dedo en la llaga. Su argumento se trasladó a Londres, donde grabó su debut en solitario, en 1995, y con la ayuda de Gilles Peterson. Un álbum que por circunstancias de la vida no fue grabado. Bajo el legado de batería registró otras siguientes series, “Planet of The Breaks”, y cinco volúmenes titulados “Ape breaks”. Su música la define él mismo como un misteriosa que funciona en más de un nivel. El polo magnético de los estilos es tan extenso, variable y diluido como el recorrido y la calidad de sus seis entregas, las huellas de “Ping Pong Orchestra”, abogando las célebres locuras sobre la música. A lo largo sonando a funk, a jazz, a hip-hop, a reggae, a psicodélia y a pista de baile. Parece ser capaz de poner cada beat donde quiere. Sobre Miles, Axelrod, Ayers, Stepney, Morricone, Esquivel, incluso Gainsbourg. Por supuesto, el sonido, no tiene nada que ver con el génesis de los discos originales. Shawn Lee derrumba con autoridad el copyright. Seis viajes, seis historias. Y no podemos perder detalle de cada una de las eléctricas. Uno, el EP “Miles Of Styles”, Ubiquity, 2006, el callejón oscuro. Dos, “Moods And Grooves”, Ubiquity 2006, Schiffrin late lleno de humo. Tres, “Strings & Things” Ubiquity, 2007, película cinematográfica de territorio. Cuatro, “Voices and Choices”, Ubiquity, 2007, espagueti occidental, con las voces invitadas de Ohmega Watts, Nino Moschella y Pierre D. Cinco, “Hit´s the Hits”, Ubiquity, 2007, el tema “Hey Ya” combate a duelo con el de “Clint Eastwood”. Seis, “A Very Ping Pong Chrismas”, Ubiquity 2007, con un invitado de lujo, el fabuloso Chico Hamilton, finales de una noche fría de invierno. Y Seis, el EP “Kiss The Sky”, Ubiquity, 2007, con Nino Moschella, inspirador de la metrópolis.



Algo que vemos reflejado en Ubiquity y Shawn Lee son sus álbumes cada vez más conceptuales y esculturales. “Soul In The Hole”, su último LP, tributo modal a los años pre y postpsicodélicos, facturado apenas hace un mes en la prensa de Ubiquity. Destaca claramente todo el coro ornamentado en la estela de ilustres invitados. Paul Butler (The Bees), Nicole Willis, Darondo, Karime Kendra, Fanny Franklin y Kirin Lee.