LUIS BUÑUEL




scanner y colección Thabeat Valera

El cine es un arte con suerte. Apartó a Jean Cocteau de la literatura y a Orson Welles del teatro, y le brindó a Stanley Kubrick un campo de batalla mucho mayor que un tablero de ajedrez en Brooklyn en el que desplegar su voluntad de poder. Pero antes de estas felices deserciones, estuvo Luis Buñuel, el mayor creador del surrealismo, quien decidió consagrar su talento exclusivamente al cine.

El mejor modo de cabalgar su quimera particular es seguir las andanzas de su filmografía. Su carrera se desplegó desde España hasta Hollywood y Méjico, para regresar de nuevo a Francia. Visto en retrospectiva, era inevitable. El cine, esa cinta de sueños, era un medio ideal para el movimiento que dio rienda suelta al inconsciente en el arte parisino de los años veinte y treinta, y Buñuel probablemente es uno de esos cineastas que nunca podría haberse dedicado a otra cosa.

Una criatura fabulosa. Sus películas están llenas de imágenes recurrentes, a las que suele denominarse "obsesiones". El único requisito para disfrutar de las películas de Luis Buñuel es haber tenido fugazmente la sospecha, como nos ocurre a todos en un momento u otro, de que nuestra vida es un sueño cuyo significado tenemos en la punta de la lengua.

En el raro ejemplar preparado en Colonia por Bill Krohn y Paul Duncan para la Taschen (2005), aparecen los negativos de muchas de las fotografías y las pinturas almacenadas en el Amsterdam Filmmuseum, British Film Institute Stills y el Museo Nacional Reina Sofia.