DIOS COMO LUZ / Una corriente luminosa

Encuadernación de evangeliario (detalle), siglo VII, Monza, Tesoro del Duomo

DIOS COMO LUZ
Una corriente luminosa
Historia del arte / Edad Media / Siglo VII
Archivo fotográfico · Lac Dye / Los Valientes Duermen Solos
Fuente · UMBERTO ECCO, Historia de la belleza. Barcelona: Lumen (Sexta edición, 2005) 


"Uno de los orígenes de la estética de la claritas deriva sin duda del hecho de que en numerosas civilizaciones se identificaba a Dios con la luz:el Baal semítico, el Ra egipcio, el Ahura Mazda iranio son todos ellos personificaciones del solo de la benéfica acción de la luz, que conducen naturalmente a la concepción del Bien como sol de las ideas en Platón; a través del neoplatonismo, estas imágenes penetran en la tradición cristiana. Plotino hereda de la tradición griega la idea de que lo bello consiste ante todo en la proporción y sabe que esta nace de la relación armónica entre las distintas partes de un todo. Puesto que la tradición griega afirmaba que la belleza no es solo symmetría sino también chróma, color, se pregunta cómo era posible tener una belleza que hoy día definiríamos como «cualitativa», «puntual», que podía manifestarse en una simple sensación cromática. En sus Enéadas (1,6), Plotino se pregunta cómo es posible que consideremos bellos los colores y la luz del sol, o el resplandor de los astros nocturnos, que son simples y no obtienen su belleza de la simetría de las partes. La respuesta a la que se llega es que «la simple belleza de un color viene dada por una forma que domina la oscuridad de la materia, por la presencia de una luz incorpórea que no es más que razón e idea». De ahí la belleza del fuego, que brilla semejante a una idea. Ahora bien, esta observación solo cobra sentido en el marco de la filosofía neoplatónica, para la que la materia es el último estadio (degradado) de un descenso por «emanación» de un Uno inalcanzable y supremo. Por ello esa luz que resplandece sobre la materia solo puede atribuirse al reflejo del Uno del que emana. Dios se identifica, por tanto, con el resplandor de una especie de corriente luminosa que recorre todo el universo. Estas ideas las retoma el Pseudo-Dionisio Areopagita, oscuro autor que probablemente escribe en el siglo v d.C., pero al que la tradición medieval, una vez traducido al latín en el siglo IX, identifica con Dionisio, convertido por san Pablo en el Areópago de Atenas. En sus obras De la jerarquía celeste y De los nombres divinos, representa a Dios como «luz», «fuego», «fuente luminosa». Las mismas imágenes se encuentran en el máximo exponente del neoplatonismo medieval,Juan Escoto Eriúgena. También contribuyen a influir en toda la escolástica posterior tanto la filosofía como la poesía árabe, que habían transmitido visiones de esencias rutilantes de luz, éxtasis de belleza y fulgor, y con Al-Kindi, en el siglo IX elaborarán una compleja visión cosmológica basada en la potencia de los rayos estelares."