ALTAMIRA



scanner y colección Los Valientes Duermen Solos
ALTAMIRA (30.000 a.C. - 15.000 a.C)
LA GRAN SALA DE LOS VISONES


BIBLIOGRAFIA

▪ SIGFRID GIEDION, El presente eterno: Los Comienzos del Arte. Madrid: Alianza Forma (1991) 
▪ ERNST GOMBRICH, Introducción a la historia del Arte. EEUU: Phaidon (1997)
▪ J.F. RÁFOLS, Historia del Arte. Barcelona: Ramón Sopena (1957)
▪ LUIS RENÉ NOUGIER, Arte Prehistórico. Barcelona: Salvat (1973)
▪ JEAN-PIERRE MOHEN, Todos tenemos 400000 años. Barcelona: Planeta (1992)
▪ FRED HOYLE, De Stonehenge a la cosmología contemporánea: Nicolás Copérnico. Madrid: Alianza Editorial (1986)
▪ FERNAND NIEL, Stonehenge. Barcelona: Plaza & Janés (1981)
▪ FRANCISCO JORDÁ CERDÁ, El arte rupestre cantábrico. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1954)
▪ RAOUL-JEAN MOULIN, Fuentes de la Pintura. Madrid: Aguilar (1968)
▪ MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL, Los Comienzos del Arte en Europa Central. Madrid (1989)
▪ EDUARDO IPOLL PERELLO, Orígenes y Significado del Arte Paleolítico. Madrid: Silex (1986) 
▪ MUSEO DE ALTAMIRA, Museo Nacional y centro de investigación de Altamira. Cantabria: Elcta (2003)  
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ALTAMIRA
CAPILLA SIXTINA DEL ARTE CUATERNARIO


"La Cueva de Altamira alberga una obra maestra del primer arte de la humanidad, una de las piedras filosofales de la oscuridad cavernaria, un espacio de resonancias simbólicas en la historia universal del Arte. Desde su descubrimiento en 1879, los famosos bisontes policromos atrajeron a un número creciente de personas por lo remoto de su antigüedad, su sorprendente estado de conservación, estable y cerrado como un cofre. El descubrimiento de la cueva de Altamira se produjo hacia 1868. Modesto Cubillas, un cazador de la zona, entró en ella por azar siguiendo a su perro. El propio Cubillas se lo enseñó unos años más tarde a Marcelino Sanz de Sautuola, estudioso de campos tan diversos como la entomología, la botánica, o los temas agropeacuarios, visitó por primera vez la caverna en 1875 o 1876, y ya entonces observó algunos de los dibujos de las galerías profundas. La interpretación del arte rupestre cuaternario sigue siendo objeto de vivas polémicas. ¿Por qué se hicieron estas figuras en Altamira y en otras cuevas?, ¿qué significado tuvo todo aquello?, ¿qué función cumplía el artista en la vida de estos cazadores-recolectores? Son preguntas para lasque todavía no tenemos respuestas absolutas. Aun así, reconociendo la incertidumbre de las propuestas, señalaremos algunas de las principales teorías formuladas: que su intención fue meramente el goce estético; que creían que si representaban a los animales se apropiarían de su espíritu y les resultaría más fácil cazarlos (magia propiciatoria); que expresa una mentalidad totémica; que los animales, en realidad, son símbolos que encarnan los principios sexuales masculino y femenino; que el arte rupestre sería obra de iniciados o chamanes que lo realizarían dentro de ritos o en estados alterados de conciencia. En cualquier caso, la mayoría de los investigadores piensan que el arte rupestre paleolítico formó parte del mundo espiritual y religioso de sus autores, que respondía a unas creencias y que, por tanto, las cuevas decoradas fueron santuarios en los que el hombre plasmó una concepción del mundo que se perdió en el tiempo. A lo largo de sus setenta metros de desarrollo, con sus anchuras habituales inferiores a los dos metros, alberga más de una treintena de representaciones de animales, ocho muestras de signos y varias “máscaras”. Entre los grabados mencionaremos bisontes, cabras y caballos. Entre las pinturas, citaremos el contorno de un caballo en negro, máscaras, caballos, ciervos, signos reticulados o “techiformes”, etcétera. Dos dataciones por el método de Carbono 14 AMS, de la “serie negra” de esta galería, han proporcionado unas fechas de 15.440 y 16.480 años antes del presente. En el tramo final de la neocueva podemos contemplar una muestra de facsímiles de esta galería. A la derecha, en el sentido de la visita y hacia lo que sería el fondo de la cueva, observamos sucesivamente una cierva grabada, una serie de signos tectiformes pintados en negro, un caballo y dos bisontes que han dado lugar a sugerentes interpretaciones, como la que propone la escenificación de una cópula. A la izquierda, están representados un caballo pintado con carbón vegetal y unas enigmáticas imágenes de rostros denominados “máscaras” que en las profundidades de la caverna, parecen escrutar la llegada del visitante. Más adelante, un ciervo grabado se mimetiza con las grietas y el color natural de la roca. A partir de esta figura, la “cola de caballo” se estrecha hasta hacerse inaccesible. El arte de Altamira alcanza en el Gran Techo todo su apogeo pero, también, en otras galerías de la gruta se conservan manifestaciones rupestres interesantes y menos conocidas. La última de ellas recibe, por su forma, el nombre de “cola de caballo”. Esta fue la primeras gruta decorada que se descubrió y sigue siendo aún la más espléndida. Su techo mide 18 metros de largo por unos 9 de ancho y su altura era sólo de 2 metros. Cada una de sus protuberancias rocosas tienen pintado su bisonte y el conjunto de la impresión de un impetuoso rebaño a los pies de la gran corza policroma de más de dos metros de longitud que, en el extremo opuesto a la entrada, vuelve la cabeza hacia ésta."
MUSEO DE ALTAMIRA, Museo Nacional y centro de investigación de Altamira. Cantabria: Elcta (2003)